EL JERGÓN DE
MAÍZ
Colchón de lana por un lecho
de panochas de maíz,
amanecer siempre mojado.
Evitaba pudrir las vedijas de borra,
el vegetal secaba con más premura.
Rezaba las tres avemarías
para evitar despertar, una vez más,
en el centro de un charco,
empapando mi profundo sueño.
Las plegarias no me ayudaban
a evitar sentirme, cada mañana,
el niño más diferente
y despreciable del mundo.
De mi pueblo,
de mi familia, de mi madre...
El retor (*) moreno de mis calzoncillos,
testigo de mis aterradoras miserias matutinas,
acercaba a mi adolescencia,
desolación en aquellos despertares.
Preñada de temores,
la maldita noche,
me hundía en la desolación.
La aurora despertaba mis temores,
despreciando la condición de mi sexo.
¿Porqué, cada noche, debía traspasar
aquel túnel tan oscuro y profundo?
Dieta sin agua o melón, en la vigilia,
sin jugar con un palo candente,
haciendo ochos y ondas al aire,
la pesadilla se hacía patente hasta ser
delatado.
Todavía martillean mis oídos aquellas
palabras,
anuncio de insultos y castigos,
preludio de la negra aurora:
¡No juegues con eso que te vas a mear en la cama!
(*) Retor: Tela de algodón fuerte y ordinaria en que
la trama y urdimbre están muy torcidas.
EL JERGÓN DE PANOCHAS DE MAÍZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario